El Sureste también guarda secretos y misterios por resolver
Muchos de los que pasan por el Recinto Ferial de Arganda no suelen reparar en un pequeño cerro justo a su lado en el que se erige una cruz. No es un lugar excesivamente conocido, ni siquiera por los argandeños, pero sí es un sitio cargado de Historia, tanto es así que el nombre por el que es conocido es un símbolo del momento en que Arganda se convirtió en villa escindiéndose de Alcalá y pasando a ser directamente del Rey: el Cerro de la Horca.
Así, un 11 de diciembre de 1580, y con toda la solemnidad que requería el momento, Arganda dejaba de ser una aldea bajo la jurisdicción de Alcalá, poniéndose al servicio de Felipe II. Eso sí, entre las muchas obligaciones de ser aldea Real se encontraba la de tener jurisdicción propia, es decir, el poder de impartir justicia, algo que se simbolizaba con útiles como una horca, una picota, una cárcel o un cepo.
Y poco tardaron los primeros argandeños “libres” en cumplir el mandato real: la tarde del sábado 13 de diciembre plantaron en el cerro de Juan de Yépar tres maderos que formaban el artilugio que daría nombre al cerro desde ese momento. El artífice de esta horca, según cuentan las crónicas, sería el carpintero y albañil de la villa, Diego de Sepúlveda, que terminó el terrible artefacto en tiempo récord. Así la “skyline” de Arganda nunca más volvió a ser igual, pues la horca se levantaba para recordar que ahora la localidad sólo debía lealtad al Rey de España.
Y así sería durante más de dos siglos, pues los “símbolos de justicia” no serían derribados hasta el triunfo del liberalismo con las Cortes de Cádiz. Sin embargo, tal vez por haber relacionado durante tanto tiempo el cerro con la muerte, los argandeños siguieron escogiendo el lugar para suicidarse. Los vecinos de toda la vida aseguran que todo el que quería quitarse la vida en la localidad argandeña acudía al Cerro de la Horca para hacerlo. El motivo de ello es que, ya en pleno siglo XX, y tras el fin de la Guerra Civil, el Régimen de Franco escogió el mismo cerro para erigir una gran cruz en recuerdo de los fallecidos durante la contienda, una cruz que los suicidas convertían en una horca moderna para abandonar el mundo viendo por última vez el municipio argandeño.
Y también en el Sureste, aunque muy cerca de Guadalajara, se encuentra uno de los monumentos más extraños que pueden verse en la geografía madrileña: los Ojos de Ambite. Se trata de un portón de piedra compuesto por tres arcos que tiene una sorprendente peculiaridad: todo el espacio está ocupado (o más bien estaba, que el paso del tiempo, el abandono y el vandalismo le han hecho mucho daño) por unos azulejos que representan, desde todos los ángulos imaginables, el sentido de la vista.
Y es que los ojos son los protagonistas de este monumento tan sorprendente como impactante. Cuentan las crónicas que un aventurero y escritor ambiteño, Federico Díaz Falcón, decidió construir en la década de los 60 un Monumento a los Ojos que pusiese su pequeño pueblo en el mapa. Y así comenzó todo, Díaz Falcón ordenó construir un primer arco dedicado a los ojos más importantes de la cultura y presidido por el Ojo de Dios. Debajo se situarían los dedicados a Occidente y Oriente, y según explica el propio creador, más tarde llegarían los de la Historia, la Biblia o la Mitología.
El espectacular Monumento a los Ojos estaría protegido por una valla de madera blanca y situado en el centro de un gran jardín, donde podría ser observado por todos aquellos que se acercasen al pequeño municipio a orillas del Tajuña.
Sin embargo, y una vez terminado e inaugurado, un 21 de julio de 1969, el monumento siguió creciendo. Alguien convenció a Díaz Falcón de que la idea era demasiado grande para quedarse en un simple arco, y el “genio” se puso manos a la obra para crear el monumento completo. Federico ideó un segundo arco de casi ocho metros de altura y un tercero de tamaño similar al primero, que estarían dedicados al mundo de la oftalmología (hay ojos de médicos de todo tipo, frases y citas célebres con los ojos como protagonistas y recomendaciones para revisar la vista) el arco de la izquierda; y a la fantasía el arco central. Así en éste, que es con diferencia el más espectacular, pueden verse, presididos por el Espíritu Santo, los ojos del Universo, la Paz, la Caridad, París, Santa Lucía, España, los ojos psicodélicos, los ye-ye, los del vehículo lunar (Díaz Falcón también era un visionario, como demuestra su sorprendente libro “Mirando al 2000” en el que relata cómo imagina la sociedad española del siglo XXI) y hasta los del Universo.
Pero el mundo de la fantasía también le hace llenar este arco con las figuras más importantes de la cultura popular: Charlot, Dalí, Heidi, Raphael, Urtain o Gento, entre muchos otros. En total el espectacular monumento lo componían más de 250 azulejos de los que quedan unos 200, encargados a fábricas cerámicas de Manises (los de la primera puerta) y Talavera (los de las otras dos).
Sin embargo, a pesar de la genial idea, el Monumento a los Ojos enseguida cae en el olvido. Sin saber por qué su autor deja languidecer el jardín creado a su alrededor y muy pronto es el paso del tiempo el que va haciendo mella en el monumento. Además, por la peculiaridad del portón, comienza a correr la creencia de que el lugar donde se erige está maldito, por lo que algunos deciden conjurar las malas vibraciones arrancando los ojos de los azulejos.
Y de tal forma el Monumento a los Ojos pasa a formar parte de las construcciones abandonadas, hasta que un buen día, allá por 2004 un anuncio de televisión lo resucita. Y es que las consecuencias de que Aquarius escogiese la Catedral de Justo como icono de su campaña no se quedan sólo en Mejorada: un grupo de expertos recorren España al año siguiente buscando los monumentos más extravagantes, y crean el término de “Escultecturas margivagantes” con el que quedan categorizados.
Este impulso turístico da nueva vida a los Ojos de Ambite, y por eso el Consistorio se propone restaurar el monumento y darle la entidad que merece. De momento, la semana pasada, los operarios municipales decidían limpiar por completo todo el espacio de la basura, maleza y suciedad acumulada a lo largo de los años con la intención de devolver la magneficencia a un monumento que aspiraba a colocar Ambite en el mapa turístico madrileño gracias a la visión de un genio que decidió dedicar a los ojos buena parte de su vida. |