28
Jul
2012
Londres 2012 comienza con una ceremonia de inauguración muy “british” Imprimir
Otras Noticias - Internacional
Compartir en MenéameCompartir en TuentiCompartir en Buzz it!Compartir en FacebookCompartir en Twitter

La ceremonia tuvo una audiencia potencial de cuatro mil millones de espectadores. Foto cedida por Londres 2012Reino Unido optó por reducir el protocolo olímpico para ampliar el espectáculo

Aburrida, británica y muy espectacular. Son los tres adjetivos que mejor definen la ceremonia de inauguración con la que anoche comenzaban los Juegos de la trigésima olimpiada.Casi cuatro  horas  de gran espectáculo en que se primó la cultura británica sobre el mismísimo protocolo olímpico.

Y es que lo que debería haber sido el centro de la ceremonia, la parte protocolaria, bajó su duración de más de una hora a diez minutos escasos, en los que, por cierto, faltó el izado de la bandera griega, como símbolo del lugar donde comenzó el olimpismo. Discursos más cortos, y segmentos que se iban sucediendo de forma acelerada compusieron la que debería haber sido la parte central de la ceremonia.

Y la razón de este recorte es bien sencilla: la parte artística pasó de unos cincuenta minutos en Pekín a casi dos horas en Londres. Parte artística en la que se cumplió casi todo lo previsto, pero en la que sucedieron muchas más cosas.

La ceremonia comenzaba a eso de las diez de la noche con el campeón del Tour de Francia tocando la gigantesca campana que presidió uno de los escenarios, justo después de que la cuenta atrás se hiciera con un sorprendente viaje a través del Támesis y globos explotando en los últimos segundos.

La campiña británica fue el marco elegido para presentar los cinco territorios que componen Reino Unido, y para que Kenneth Branagh volviese a recitar a Shakespeare, esta  vez como protagonista de La Tempestad. Y es que el Gilderoy Lockhart de Harry Potter ha sido Hamlet Enrique V y Otello entre otros muchos personajes sakhesperianos.

Tras el discurso de Branagh comenzaba la Revolución Industrial con un segmento tremendamente largo y aburrido que transformó el estadio en una gran fábrica en la que se fundieron los cinco aros olímpicos para unirse, en una lluvia de fuego, sobre el recinto, y comenzar un largo viaje que les llevaría hasta la estratosfera.

Justo después el momento más divertido de la ceremonia sirvió como aperitivo al izado de la bandera británica: James Bond fue a recoger a Buchingham a la misma Reina de Inglaterra para tirarla en paracaídas.

El espectáculo continuaba con un precioso segmento dedicado a la literatura infantil, y que acabó derivando en homenaje a la Seguridad Social británica. La escritora de Harry Potter, J K Rowling leyó un pasaje de Peter Pan justo antes de que los sueños de los niños se convirtiesen en pesadillas, bajo los acordes de las Tubular Bells de Mike Olfield: Cruella de Vil, el capitán Garfio o el mismísimo Lord Voldemort asolaron el estadio antes de que la Supernanny favorita de los británicos entrase en escena. Mary Poppins derrotó al mal velando por los sueños de los niños y presentando otro invento británico: la ecografía.

Y británica es la sintonía de Carros de Fuego, que acompañará a los campeones en el pódium durante los próximos quince días, y que se presentó de la mano de Míster Bean, el personaje que ha hecho mundialmente conocido a Rowan Atkinson.

Justo después de un breve segmento dedicado a la vida y la muerte, y construido a partir de las fotos de aquellos que no pudieron disfrutar de la inauguración, comenzaba otra parte dedicada a la cultura popular de los últimos cincuenta años y que terminó con un gran aplauso al creador de la World Wide Web.

El desfile de las 205 delegaciones fue mucho más rápido que en anteriores ceremonias, al menos hasta la salida del equipo británico: una gran lluvia de confeti acompañó a los anfitriones, que no fueron requeridos para abandonar la pista como el resto de las delegaciones.

El gran final, como estaba previsto, fue el encendido del pebetero, justo después de un precioso homenaje a la paloma de la paz en forma de ciclistas que llenaron el estadio bajo los acordes de Arctic Monkeys. El fuego olímpico llegó al estadio en fueraborda conducida por David Beckham, que entregó la llama a siete jóvenes promesas del deporte británico seleccionadas por siete grandes deportistas.

El momento culminante se producía cuando el fuego olímpico se dividía en siete antorchas bajo la atenta mirada de todos los medallistas olímpicos británicos vivos. Los siete elegidos se encaminaron al centro del estadio, donde encendieron un pebetero formado por las piezas dejadas por los países participantes, mientras Paul Mc Cartney, muy emocionado, entonaba el Hey Jude de The Beatles.