15
Sep
2021
Las Rociítos y los Pantojos Imprimir
Punto D Vista - Otra mirada
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Jesús Hernández Gallardo

Tenemos la vida jalonada por el predominio del mundo del corazón, es la forma amable que nomina a este mundillo de casquería y despojos. Es lo que nos ofrecen hoy en día muchas televisiones que han encontrado un filón en la venta de la vida de los famosos, esos que las masas han convertido en estrellas rutilantes de una realidad morbosa y vacía.

Ahora triunfan las Rociitos y los Pantojos, como antes lo hicieran los Pajares y Bárbaras, los Jesulines, las Campos o las Carminas y Neiras. Son bocanadas de bilis que invaden los platós; son historietas barriobajeras que se recrean en ambientes en los que dominan los celos, las ambiciones, los orgullos y la mala leche. Todo ello como argumentos de vida de personas que han despuntado en alguna faceta del arte, como los toros, la canción o el picoteo social, también se han arrimado a ellos sus hijos o hermanos y han querido sumarse a un estrado que nunca han merecido.

El mundillo del famoseo está dominado por las leyes de la oferta y la demanda, ese lema comercial que no falla y, en este caso, se traduce en enaltecer cualquier escándalo que se produzca en este selecto equipo de divos. Se les considera por el ruido o el tufo que proporcionen al respetable, esa masa de personas que se entretienen y divierten alimentando sus cerebros. Se trata de echar carnaza a la casquería, esa pasarela del estrellato ficticia que han elevado a los altares televisivos esta franja de público y se esfuerzan por hacerse ver, se mueven entre cámaras y micrófonos que están de guardia las 24 horas del día tratando de conseguir “exclusivas” de su existencia. Muchos de ellos cuando se les acaba la chispa artística se hacen profesionales del mundo televisivo y los platós; si no aparecen más acontecimientos que rellenen los programas, son capaces de provocar relaciones con unos o con otras y montar otros capítulos que extiendan el circo, ciclo de vida y estrellato. Los periodistas o colaboradores del programa se esfuerzan por dar versiones rocambolescas, siendo en muchos casos pescadillas que se muerden la cola.

Se fomenta en las televisiones las convivencias de famosos (los reálities), esas estrellas de baja densidad que afloran y emergen de la oscuridad más absoluta y picotean en las conexiones continuas y perennes. Se busca el choque, el impacto, la bronca, el insulto, las bajas pasiones… en definitiva cualquier actitud que provoque el interés de la audiencia y ésta eleve los índices a cotas que les aporte chorros de ingresos y beneficios.

No es de extrañar que el caché (royalty) de los famosillos de medio pelo alcancen cifras astronómicas, incrementada de manera proporcional a la expectación que susciten en la masa televisiva. Es una manera artificial de elevar a un sujeto a unas alturas de las que no son merecedores, de tal manera que mientras dure esta programación, la estimación del público sobre ellos esté sobrevalorada hasta la cumbre del estrellato; sabiendo que le ocurre como a la espuma, que una vez baje de la cresta de la ola regresa a su más humilde realidad.

Es por esta razón que muchas personas nos hagamos cruces al ver los sueldos que socialmente están estipulados para personas formadas, con mucho potencial de inteligencia que están inmersos en investigaciones de mucho nivel científico. Los investigadores son víctimas del mal pago al mundo de la investigación y el estudio, colisionando con este mundo artificial del holgazán y la vida del suflé y el medio pelo.

 

Jesús Hernández Gallardo

Exfuncionario del Estado

Torrejón de Ardoz