23
Dic
2021
La pequeña estrella Imprimir
Punto D Vista - Otra mirada
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Jesús Hernández Gallardo

Se dice que soñar es darle carrete a la mente, dar rienda suelta a las ideas, para que te vayan llevando por el camino adecuado. El sueño es el sendero que evoca las ilusiones, las lleva a cabo en un ambiente favorable del soñador, quien parece estar al margen de la trama argumentada. Pero muchas veces el soñador no sabe si realmente son sueños lo que han cuajado en su mente o tan solo ilusiones que se han ido fraguando también en uno mismo, dándole forma inconscientemente, como un preparativo revestido de intención y predispuesto por un ser pensante.

Es por eso por lo que me aventuro a dejar constancia de esta última nebulosa mía, que no sabría precisar si fue despierto o dormido, puede que, a medias, como la tinta del calamar que enturbia el ambiente, pero no llega a anestesiarlo del todo:

Érase una vez una estrella pequeña, de esas que cubre el Oriente del mundo, cuando la famosa estrella de los Reyes Magos toma camino e ilumina la ruta que los ha de llevar hasta Belén, donde nacerá en Navidad el Niño Jesús. La estrellita era tan pequeña que estaba dispuesta a aprender el oficio de guía en el cielo, sabiendo que sería partícipe de la ilusión de todos los niños del mundo. Los Reyes Magos ya habían tomado camino de Oriente, montados en sus camellos y mirando al cielo continuamente, desde donde les marcaban el rumbo a seguir, hasta llegar a Belén.

La estrellita, aprendiz de estrella de los Reyes Magos, era alegre y brillante, inquieta y bulliciosa; seguía a la estrella real de lejos, adelantándose a veces y haciendo piruetas entre galaxias, como jugueteando en el extenso espacio celeste. Tal era la algarabía que organizaba a veces, que perdía de vista el planeta Tierra y también a su estrella maestra, la que iluminaba el camino de los tres Reyes Magos. En esta ocasión se perdió y no sabía encontrar la senda de la estrella real, se acercaba al planeta Tierra, pero no adivinaba ni de lejos por dónde debía seguir para dar con la ruta de Belén; se le ocurrió, desde lo alto, preguntar a un pastorcito que caminaba entre senderos de montañas por el portal del Niño Jesús y, con su dedo índice, le indicó la dirección del evento. Dio la gracias al pastorcito y siguió a lo alto. Subió por encima de las montañas, cruzó ríos, atravesó nubes densas y opacas y, al fondo, a lo lejos, pudo ver a su estrella maestra encima del portalito, donde ya había nacido el Niño.

Por esta razón aceleró y se apoyó en la cumbre de una loma, viendo cómo los Reyes Magos hacían entrega de regalos al Niño, sintiéndose feliz de ver a tan bella criatura en brazos de la Virgen María y a su lado San José. Desde el pequeño cerro donde se encontraba, al oír a pastorcillos y artesanos cantarle al Niño villancicos, la estrellita comenzó a brillar y brillar, con un arrebato de alegría que hizo sorprender a todos y sentir el calor de cielo y tierra, adorando al Hijo de Dios, que acababa de nacer. El acontecimiento despertó el interés en toda la región de Judea, todos sus habitantes fueron pasando por su humilde casa; unos llevaban leña para evitar el frío invierno, otros un cordero en sus hombros, las estrellas hicieron corro en el cielo y la luna se unió a la fiesta.

Poco después regresó al lado de la estrella maestra y, una vez cumplido con el deber de mostrar el camino a Belén, los dos astros ascendieron a lo más alto y, poco a poco, se perdieron como dos puntitos cargados de luz divina, haciéndose invisibles e inolvidables. Desde entonces todos los niños del mundo, junto con los mayores celebramos la Navidad como la inmensa alegría el nacimiento del Niño Dios.

 

Jesús Hernández Gallardo

Exfuncionario del Estado

Torrejón de Ardoz