Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información, o bien conocer cómo cambiar la configuración, en nuestra Política de cookies
El sacerdote torrejonero fue despedido en misas especiales celebradas en Parque de Cataluña y la Magistral
Hoy es el día. Después de su despedida el pasado domingo con sendas misas en Alcalá y Torrejón, Ángel Román se convierte en Obispo de Albacete, y lo hará en una ceremonia que podrá ver toda España a través de 13tv y que comenzará a las once de la mañana.
Así, el sacerdote que ha sido párroco de Parque de Cataluña durante los últimos veinte años inicia una nueva etapa tras cerrar la anterior con una emotiva jornada. Y es que el pasado domingo el que hoy será Obispo celebraba sus últimas misas como párroco. En concreto su despedida de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario se convertía en un acto muy emotivo en el que buena parte del barrio le demostraba su cariño, además de regalarle el báculo que llevará en su ordenación.
Y por la tarde, otro acto emotivo. Ángel Román se acercaba hasta Alcalá para despedirse de la Diócesis en una misa de Acción de Gracias que terminaba también con regalos, en este caso, la mitra que lucirá en la ceremonia de hoy.
El pasado domingo día 27 de abril de 2025, fiesta de la Divina Misericordia, se celebró una Misa de Acción de Gracias por el ministerio sacerdotal de D. Ángel Román Idígoras, obispo electo de la diócesis de Albacete, quien ha servido en la diócesis complutense durante 31 años, siendo párroco en Torrejón de Ardoz durante los últimos 20. La Misa fue presidida por Mons. Prieto Lucena, obispo complutense, en la Catedral-Magistral de Alcalá de Henares y fue concelebrada por los distintos vicarios, así como por numerosos sacerdotes de la diócesis. Una multitud de fieles, de entre ellos muchos familiares y amigos de D. Ángel, acudió a la Magistral para despedir a D. Ángel, cuyo nombramiento episcopal hacía público la Santa Sede el 6 de marzo de 2025.
En su homilía, disponible más abajo, D. Antonio Prieto agradeció a D. Ángel su trabajo incansable por la diócesis. «Gracias por estar siempre disponible a lo que se te pide, por tu espíritu eclesial de colaboración fraterna, por tu capacidad de trabajo y servicio a los más pobres, sin ahorrarte sacrificios. A mi me llama la atención su mirada de misericordia, que no da a nadie por perdido, su alegría constante y su bondad de corazón», señalaba Mons. Prieto Lucena. Además, el obispo complutense ha querido remarcar el apoyo de la diócesis a su persona y a su próximo ministerio episcopal: «Querido Ángel: cuenta con que nuestra oración nunca te faltará».
Antes de finalizar la Eucaristía, Don Ángel dirigió unas palabras al obispo complutense y a los fieles presentes. En su discurso afirmó considerarse «un privilegiado de la desbordante misericordia de Dios». Además, expresaba: «Me gustaría que diéramos gracias a Dios por la entrega de cada uno; que nos sintiéramos privilegiados por experimentar que no estamos solos y porque estamos llamados a no dejar solo a nadie; que diéramos gracias por cada logro del hermano».
«Me siento con identidad complutense y enviado con generosidad y alegría por mi diócesis a mi nueva diócesis, Albacete; para que allí me identifique, me apoye y sirva amando a ese otro particular porcelánico apoyado en la misma Roca. Me voy alentado y respaldado», concluía Don Ángel Román, quien será consagrado obispo el próximo sábado 3 de mayo de 2025 a las 11:00h en la catedral de Albacete. Al finalizar la Misa de Acción de Gracias, Mons. Prieto Lucena le obsequió con una mitra, como muestra de gratitud y de unión.
Homilía de Mons. Antonio Prieto Lucena, obispo de Alcalá de Henares, en la Misa de Acción de Gracias por el ministerio sacerdotal de D. Ángel Román
Querido D. Juan Antonio, Obispo emérito complutense; querido D. Ángel, Obispo electo de Albacete; queridos sacerdotes, seminaristas, consagrados, autoridades, representantes de distintas instituciones de la ciudad y de la diócesis, queridos hermanos todos en el Señor.
El pasado 6 de marzo se hacía público el nombramiento de D. Ángel Román como Obispo de Albacete. En aquel momento, expresamos al Papa Francisco nuestro agradecimiento, por haberse fijado en un sacerdote de nuestra diócesis para esta misión de tanta responsabilidad, al mismo tiempo que pedíamos por su salud quebrada. Hoy, lloramos el fallecimiento de nuestro amado Papa, y pedimos por su eterno descanso, mientras continua viva nuestra gratitud por su ministerio y por haber elegido como obispo a un miembro de nuestro presbiterio.
Damos gracias a Dios por el nombramiento de D. Ángel, y le damos gracias a D. Ángel por su respuesta afirmativa a esta exigente llamada de la Iglesia. También damos gracias a D. Ángel por su ministerio sacerdotal en nuestra diócesis complutense. Ha servido a nuestra Iglesia particular durante 31 años: en la Parroquia de San Diego, en la ciudad de Alcalá, durante 8 años. En la Parroquia de Ntra. Sra. del Templo, en San Fernando de Henares, durante 3 años. Y en la Parroquia de Ntra. Sra. del Rosario, en Torrejón de Ardoz, durante los últimos 20 años.
Don Ángel también ha sido capellán del Centro Penitenciario de Estremera, durante 4 años, además de arcipreste, miembro de los consejos presbiteral y de consultores, Director de la Oficina de Sociología, Vicesecretario de la visita pastoral, Director del Secretariado para los Movimientos de Acción Católica, y, en el último año, vicario episcopal de la vicaría de San Félix de Alcalá, en la zona centro de la diócesis.
Gracias D. Ángel por tus buenos servicios a nuestra Iglesia complutense. Gracias por estar siempre disponible a lo que se te pide, por tu espíritu eclesial de colaboración fraterna, por tu capacidad de trabajo y servicio a los más pobres, sin ahorrarte sacrificios. La mayoría de los que estáis aquí conocéis a D. Ángel mejor que yo. A mí me llama la atención su mirada de misericordia, que no da a nadie por perdido, su alegría constante y su bondad de corazón. En el tiempo que llevo tratando a D. Ángel, nunca le he oído hablar mal de nadie, y esto no es muy frecuente. No es una persona de quejarse, de lamentos estériles; sino de comprometerse, de facilitar las cosas, de trabajar duro y en equipo para solucionar los problemas, sin echar la culpa a nadie de lo que no sale bien.
Querido Ángel: estamos muy contentos por tu nombramiento, y felicitamos a la diócesis de Albacete, pero a nosotros nos dejas un poco huérfanos. Mucho de lo que eres se lo debes a tu familia, y especialmente a tu madre, aquí presente. Se cuenta que, cuando fue ordenado Obispo el Papa San Pío X, muy contento fue a enseñarle a su madre su anillo episcopal. Su madre le dijo: “hijo, recuerda siempre que tú no llevarías ese anillo episcopal si yo no llevara mi anillo matrimonial”. Querido Ángel: nunca olvides de dónde procedes. Vive siempre agradecido a tus raíces, de las que has recibido la vida y la fe cristiana. Tu familia ocupa el primer lugar, pero después están tus paisanos y amigos de Arganda, tus maestros, catequistas, formadores del seminario, tus hermanos sacerdotes, y tantos y tantos feligreses que Dios ha puesto en tu camino a lo largo de estos años. Todos ellos han contribuido a forjar tu personalidad humana y tu modo de ejercer el sacerdocio. Entre ellos, me consta tu especial agradecimiento a D. Ángel Domínguez.
Has querido elegir como lema episcopal: “Gaudete in Domino”, “alegraos en el Señor”, de la Carta de San Pablo a los Filipenses. Es un mensaje que conecta perfectamente con el tiempo pascual, que estamos celebrando. En el Evangelio de este Domingo de la Misericordia, hemos podido admirar la alegría de los Apóstoles al contemplar las manos y el costado de Cristo resucitado. A Santo Tomás no le bastó con ver las llagas de la pasión, necesitaba tocarlas, para cerciorarse de que el resucitado era verdaderamente el crucificado. Es decir, que Cristo había resucitado victorioso sobre el pecado y sobre la muerte. Y Cristo accedió a su petición, pero alabó a los que creyeran en su victoria por pura fe, sin necesidad de tantas comprobaciones.
La fe es la fuente de nuestra alegría. Nuestro mundo nos ofrece una alegría superficial, basada en el placer, el dinero o la comodidad. Una felicidad frágil y efímera. La alegría cristiana es la alegría de la entrega a Dios y a los demás. Es la alegría que recibimos como don cuando damos lo mejor de nosotros mismos, aunque esto nos suponga esfuerzo y sacrificio.
Querido Ángel: pedimos por tu ministerio episcopal. Ser Obispo no es nada fácil. San Gregorio Magno decía que el Obispo tiene que ser para sus fieles “un ejemplo en todo”. Ser Obispo es muy exigente. El Obispo debe estar siempre cerca de sus fieles, conocerles, tratarles como un padre a sus hijos, adaptarse a sus circunstancias, amarles, aunque ellos le rechacen. El Obispo debe tener tanta prudencia, paciencia y fortaleza para animar, corregir y armonizar a unos con otros, que San Gregorio Magno consideraba que la tarea de un Obispo era de las más difíciles que existían. Él la llama “ars artium”, es decir, el “arte de las artes”.
En la vida de un Obispo hay momentos de profunda alegría, pero no faltan las tribulaciones, las críticas y los desprecios. En muchos momentos, solo tenemos a Cristo y la confianza en la oración de los demás. En una circunstancia de mucha angustia, San Gregorio Magno escribió a un amigo: “en el naufragio de esta vida, te ruego que me sostenga la tabla de tu oración, solo tu oración puede mantenerme a flote”. Querido Ángel: cuenta con que nuestra oración nunca te faltará.
San Gregorio Magno, consideraba que lo peor que puede pasarle a un Obispo es que caiga en la soberbia. Esto echaría a perder toda su vida y su ministerio. Por eso, pedía a los Obispos que cada día examinaran su conciencia y reconocieran sus propias miserias, sus insuficiencias, límites y pecados. Solo así podrían estar a salvo del orgullo, que es su peor enemigo.
Cuando fue elegido Papa, San Gregorio quiso ser llamado “servus servorum Dei” (siervo de los siervos de Dios). En él, estas palabras no eran una mera fórmula piadosa, eran la expresión manifiesta de su modo de vivir y de actuar. Siendo Papa, no dejó de ser un humilde monje, que se lamentaba de la multitud de tareas que tenía que atender, y que le impedían el recogimiento en Dios que él siempre quería conservar. San Gregorio quería ser “foris episcopus, intus monachus”. Es decir: por fuera Obispo, pero por dentro monje. Siempre recomendó a los Obispos que fueran muy fervientes en su oración, de manera que “cuidaran a los demás, pero sin descuidarse ellos mismos”.
Una vez me explicaron por qué un Obispo, cuando firma un documento oficial, escribe su nombre precedido del signo de la cruz. Al parecer, el origen de esa cruz está en un Obispo antiguo, que, al firmar las actas de un Concilio, antes de su nombre puso la palabra griega “tapeinós”, que significa “humilde, pecador”. Este gesto de encabezar el propio nombre con una palabra de humildad gustó a los demás Obispos, que hicieron lo mismo. Pero, por abreviar, dejaron de escribir la palabra entera (tapeinós), y se limitaron a poner solo la primera letra, la “tau griega”, que luego derivó en la cruz.
Querido Ángel: quizá después de tu nombramiento, al comprender la responsabilidad que asumes, te sientes más pobre y pecador que antes. Esto es buena señal. Con la intercesión de los Santos Niños, te ponemos en las manos de la patrona de Alcalá, la Virgen del Val. Que Ella te conceda un corazón de Buen Pastor, como el de Cristo, “para que todos tengan vida y la tengan en abundancia”. Que así sea.
Discurso de despedida de Don Ángel Román Idígoras, obispo electo de Albacete
Recuerdo que cuando hace 11 o 12 años me detectaron el sarcoma, me llamaba la atención ver a tantos médicos y tanto personal sanitario volcados en curarme. Me sorprendían tantas máquinas puestas a mi servicio para mirarme por dentro y poder combatir la enfermedad. Yo me veía tan poca cosa, y encima enfermo… y me sentía dignificado y un privilegiado al ver tanta inteligencia puesta a mi servicio y al de tanta gente que en la enfermedad se siente indefensa y débil. Le preguntaba al Señor que por qué tanto a mí. Y le daba gracias.
Comparando aquella experiencia con la situación actual, me vuelvo a ver tan pequeño y a la vez tan dignificado, que no me sale de dentro otra cosa que preguntar de nuevo a Dios “por qué tanto a mí” y darle gracias a Él y a vosotros.
Me siento desbordado tanto por el nombramiento como por la alegría que estoy viendo en vosotros y tantos gestos de cariño, de ánimo y de invitación a la confianza en Dios que me estáis dando. Una vez más me considero un privilegiado de la desbordante misericordia de Dios. Esto supone para mí un refuerzo en el sí que le he dado.
Además, esta actitud de vuestro respaldo sincero, me ha llevado a meditar todo lo que se refiere a nuestra misión como Iglesia. Somos peregrinos de esperanza. Y justamente, poder contemplar el estar unidos, alegrarnos del bien del otro, manifestar esa alegría con mensajes llenos de bendición y vida, alzar manos y corazones al cielo en oración de intercesión y acción de gracias… hace que contagiemos esperanza porque se fortalece la comunión; porque se hace carne la invitación de San Pedro en el capítulo 1 de su primera carta “amaos de corazón unos a otros con una entrega total” y tanto desde dentro como desde fuera podemos ver que es verdad lo que decía Tertuliano, “Mirad cómo se aman”.
¡Y esto es grande! Este es el rostro de Iglesia que Dios quiere en Alcalá, Albacete y el universo entero. Y esta es una oportunidad que tenemos para purificar tantos desencuentros y recelos. La experiencia de lo que da vida, nos plantea dejarnos de tonterías y optar por lo que llena el corazón. Se nos invita a mirar alrededor y dar gracias a Dios por cada persona que tenemos al lado, a tender una mano, a bendecir, a dejarnos ayudar con humildad, a mirar hacia adelante. Se nos invita a escuchar, a fiarnos; como nos dicen las lecturas de hoy, se nos apremia a vivir la misericordia del perdón y a ejercerla; a decir sí a Dios en cada momento de nuestra vida.
Me atrevo a pensar que la ordenación episcopal mía, en este contexto de la misa de acción de gracias, es algo anecdótico, un acontecimiento del que nuestro Dios se sirve para reavivar nuestras almas y reorientar nuestra misión como cristianos. Esta alegría compartida llena el alma y nos une y nos convierte en peregrinos de verdadera esperanza. Esta es la atmósfera que envuelve la acción evangelizadora que Dios nos pide. Desde aquí podemos vivir toda nuestra misión, nuestras programaciones, las acciones pastorales… Me gustaría que diéramos gracias a Dios por la entrega de cada uno; que nos sintiéramos privilegiados por experimentar que no estamos solos y porque estamos llamados a no dejar solo a nadie; que diéramos gracias por cada logro del hermano. Si dejamos que cale en nosotros el fondo de lo que estamos viviendo estos días, vamos a revitalizar de una forma bastante espontánea nuestra fe y nuestra misión bautismal; vamos a vibrar y a sentirnos vivos llevando juntos la alegría del evangelio a nuestro mundo. Cada uno estaremos donde Dios nos ponga, pero todos unidos y en la misma dirección.
No niego la obscuridad ni los problemas, pero vividos en este clima de esperanza, se plantean y se afrontan de otra manera. En ese buen hacer, estará muy presente la misericordia y la maternidad de la Iglesia; y eso es Sabiduría de Dios que transforma todo. Tampoco niego que pueda haber gente que no quiera ir por este camino; pero será nuevamente una oportunidad para hacer carne la misericordia, la paciencia y la ternura del Padre con el hijo mayor en la parábola del hijo pródigo.
Sabiendo que Jesús es la Roca firme, vosotros sois ese porcelánico pegado a la Roca que da particularidad a un lugar. Desde ahí, me siento con identidad complutense y enviado con generosidad y alegría por mi diócesis a mi nueva diócesis, Albacete; para que allí me identifique, me apoye y sirva amando a ese otro particular porcelánico apoyado en la misma Roca. Me voy alentado y respaldado. Dando gracias a Dios por cada uno de vosotros y con la paz de saber que la virgen del Val no tiene que pasar informes a la Virgen de los Llanos. Ella, en su fidelidad del Sí a Jesús en la Cruz, me deja ir de Alcalá, me acompaña y me acoge en Albacete.
El sábado 3 de mayo, a las 11:00 horas, la S.I. Catedral de Albacete, acogerá la ordenación episcopal de D. Ángel Román Idígoras, quien iniciará así su ministerio como obispo. Fue el pasado 6 de marzo cuando se hacía público su nombramiento.
El obispo forma parte del Colegio Episcopal, sucesor del Colegio Apostólico, cimiento sobre el cual Cristo edificó su Iglesia. Por ello, un obispo no ejerce su misión de forma aislada, sino en comunión con todo el Colegio Episcopal y con el Papa, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal. Para que la consagración episcopal sea lícita, es indispensable el mandato del Santo Padre y la comunión con los demás obispos. Este mandato apostólico, conocido como bula papal, contiene el nombramiento y la designación del Papa para que un sacerdote ocupe una sede diocesana concreta.
Cuando el elegido aún no ha recibido la consagración episcopal, como es el caso de D. Ángel Román, debe ser ordenado previamente, lo que se llevará a cabo en la misma celebración del próximo sábado. La ordenación de un obispo guarda muchas similitudes con la de un presbítero. Ambos reciben el sacramento del Orden, aunque el presbítero lo hace en el segundo grado, mientras que el obispo recibe la plenitud del orden sagrado, también llamado primer grado del sacerdocio.
Al comenzar la liturgia del sacramento del orden, el elegido será presentado por dos presbíteros que le asisten. Uno de ellos anunciará solemnemente al obispo ordenante que la diócesis de Albacete pide la ordenación episcopal del presbítero D. Ángel Román Idígoras. Seguidamente, el canciller de la Diócesis dará lectura pública al mandato apostólico y lo mostrará al Colegio de Consultores —presbíteros encargados de asesorar en sede vacante— y al pueblo reunido en la Catedral.
El obispo ordenante preguntará al elegido sobre su disposición a asumir los compromisos que conlleva su nuevo ministerio. Después, se entonarán las letanías de los santos, pidiendo su intercesión por quien va a ser ordenado. A continuación, tendrá lugar la imposición de manos de todos los obispos, un gesto apostólico con el que se transmite el Espíritu Santo. Luego, el obispo ordenante colocará sobre la cabeza del elegido el libro de los Evangelios, un símbolo que recuerda el día de Pentecostés, cuando los apóstoles recibieron el Espíritu Santo. Posteriormente, pronunciará la plegaria de ordenación.
Acto seguido, el consagrante ungirá la cabeza del nuevo obispo con el Santo Crisma y le entregará los Evangelios y las insignias episcopales: el anillo, como símbolo de su fidelidad a la Iglesia; la mitra, que representa su misión de presidir en la caridad al pueblo de Dios y ser modelo de santidad; y el báculo, símbolo del pastoreo que deberá ejercer a imitación de Jesús. Finalmente, el nuevo obispo se sentará en la cátedra —símbolo de su autoridad pastoral—, recibiendo el saludo de los obispos y las muestras de adhesión de representantes del Pueblo de Dios: clero, religiosos y laicos.
Desde ese momento, presidirá la Eucaristía el nuevo obispo, quien asumirá oficialmente el gobierno pastoral de la Diócesis. Comenzará así una nueva etapa para la diócesis de Albacete, porción del Pueblo de Dios que camina en estas tierras, unida ahora a su nuevo pastor: todos juntos, laicos, clérigos y consagrados, al servicio del Evangelio.
Quienes no puedan acceder al templo podrán seguir la celebración desde una pantalla gigante en la Plaza Virgen de los Llanos y el Auditorio Municipal de Albacete, donde también se distribuirá la Sagrada Comunión. La celebración podrá seguirse en directo a través de 13TV y Radio María. Será la segunda vez que la Diócesis celebre la ordenación de su obispo en la Catedral de Albacete. El primero fue Mons. Ireneo García Alonso, el 25 de enero de 1969.