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26
Jul
2011
Y Ahora… ¿qué? PDF Imprimir E-mail
Punto D Vista - Editorial
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La semana pasada el Plan B de Rubalcaba estallaba por los aires con la dimisión de Camps. Ahora, al candidato solo le quedan dos salidas: reinventar el Plan A, o poner en marcha un Plan C. Eso sí, dos planes que sólo funcionarán si se cierra correctamente, y de forma inequívoca el Plan B.

Me sorprende enormemente tener que hacer esta afirmación en un editorial, pero ahora mismo el Partido Popular tiene una ventaja táctica de cara a las próximas elecciones, una ventaja que les da gran parte del partido por ganado, salvo remontada espectacular de Rubalcaba. Me sorprende porque no es habitual; no es habitual que el PP tome la iniciativa a la hora de fijar la agenda, y aún menos lo es que adquieran una posición de predominio moral. Y es que la decisión de Camps de dejar su puesto como Presidente valenciano tendrá, sin duda, consecuencias. Unas consecuencias de dos tipos: a largo plazo, y a corto plazo.

A largo plazo, es una decisión profundamente errónea y que costará muy caro a un partido que aspira a gobernar. Hasta el martes pasado el caso Gurtel sólo existía en las mentes calenturientas de algunos medios de comunicación, un puñado de fiscales y un sastre, pero hoy es un caso judicial con evidentes connotaciones políticas: un Presidente ha dimitido por culpa del asunto, lo que crea un más que peligroso precedente.

En el Gurtel solo hay indicios, conversaciones, tickets y testigos, ni una sola prueba de cargo, hasta ahora. La dimisión de Camps da una trascendencia muy especial a un caso que, ahora sí, puede ser muy peligroso para un partido, y mucho más, si el auténtico escándalo estalla cuando esté en el Gobierno.

Pero los políticos tienden a mirar siempre el corto plazo, y en ese corto plazo la decisión del molt honorable Camps es una inyección de energía a la campaña de Rajoy. Ahora el PP puede sacar pecho afirmando que ellos sí asumen sus responsabilidades, y no están pegados a la silla, una posición de predominio moral a la que sólo se puede contrarrestar de la misma forma: si el PSOE pretende jugar el partido electoral no le queda más remedio que hacer algo como la dimisión de Camps, entregar la cabeza del nuevo Ministro del Interior por el caso Faisán. De no hacerlo, el partido ya casi tendrá un ganador llamado Mariano.

Volviendo a Camps, nadie sabe si se fue por su pie, o ayudado por alguien, pero lo que sí comienza a conocerse es que no se fue de gratis: Francisco Camps puede ser el nuevo embajador español en el Vaticano, curioso final para el Viacrucis vivido durante los últimos tres años. Tras la pasión y muerte del Presidente, su Resurrección tendrá lugar en el Reino de los Cielos, o en lo más parecido que hay en la Tierra.

Pero la consecuencia más grave, electoralmente hablando, de la dimisión de Camps es la destrucción del Plan B de Rubalcaba: sin Camps en el banquillo, el Gurtel no estará presente en la campaña, pero sí el Faisán, lo que da una desventaja estratégica al candidato socialista.

Ahora, los pasos de Rubalcaba sólo tienen dos caminos posibles: reinventar el Plan A, es decir, la eliminación de la SGAE y el intento de agradar a los indignados, una posibilidad que cada vez va siendo menos factible; o elaborar un nuevo Plan C, lo suficientemente poderoso para hacer entrar en shock a la opinión pública. Un Plan C que haga olvidar a los ciudadanos la crisis y la dimisión de Camps, y un Plan C en el que el PSOE pueda salir fortalecido, a pesar de tener las encuestas en contra.

Dos opciones que pasan por una conditio sine qua non previa: la dimisión inmediata e irrevocable del actual Ministro del Interior. Sólo así puede haber partido, si no, la dimisión de Camps llevará directamente a Rajoy a la Moncloa, a pesar suyo.

 

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