La Custodia recorrió diecisiete altares antes de volver a la Iglesia

Ayer domingo se celebraba, en toda España el Día del Corpus Christi, y Torrejón, lógicamente, no fue una excepción. La Custodia recorrió diecisiete altares por las calles del centro de la localidad antes de volver a entrar en la Iglesia tras dos horas de procesión.

Y es que el Corpus no es una fiesta menor en el calendario litúrgico. La Iglesia Católica considera esta celebración la tercera en importancia tras la Navidad y la Semana Santa, y por eso todo el mundo eclesiástico se vuelca con ella: los niños que han hecho la Primera Comunión ese año, las Hermandades y los vecinos participan activamente en una fiesta que, no obstante, no tiene el boato ni la liturgia de otras.

La razón, muy simple: la decisión política del Gobierno de España en 1987 de trasladar la celebración al domingo siguiente al jueves en que debería celebrarse, es decir, el día sesenta desde la Resurrección, ha matado la  fiesta en gran parte del país, pero en Torrejón intentan, desde hace unos años, resucitarla, y no van por mal camino.

La Hermandad del Corpus Christi preparó una larga procesión atravesando las calles de la Zona Centro acompañando a la Divina Custodia, portadora de la Hostia Consagrada, y que iba subida a una enorme carroza. Pero la celebración comenzaba bastante antes: a las diez y media, una Iglesia abarrotada y con coro de lujo, veía comenzar una larga Misa en la que los protagonistas fueron los más de cien niños que han celebrado el mes pasado la Primera Comunión en Torrejón.

Padres, familiares y fotógrafos llenaban un Templo que vio salir a la Custodia algo después de las doce de la mañana. Una comitiva formada por los miembros de la Hermandad, las varas de las Hermandades, las Hijas de María y las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, acompañaban a unos niños que abrían el desfile, y que adoraron al Cuerpo en cada uno de los altares.

Ellos, en grupos de ocho, esperaban la llegada de la Carroza en cada uno de los diecisiete altares instalados a lo largo del recorrido, y, tras escuchar una pequeña oración, lanzaban flores a la Custodia. Entre los altares, tres destacaban especialmente: el de la Hermandad del Rosario, con una enorme imagen de la Patrona; el de la Hermandad del Rocío, la Carreta con su Simpecado, que ya había honrado a la Sagrada Forma dentro de la Iglesia, justo en el momento en que la colocaban en la carroza; y el de la Hermandad de la Veracruz, un auténtico templo instalado en mitad de la calle Enmedio en el que podía observarse al Titular y las banderas de los hermanos.

Y así fue transcurriendo la Procesión, bajo un Sol que, no obstante, no se hizo pesado hasta la llegada a la Iglesia, tras dos horas de recorrido. Allí, y en un pasillo formado por todos los niños, el sacerdote hizo descender la Custodia para mostrarla a los presentes poniendo así fin al desfile con un gran aplauso.