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20
Nov
2011
40 días y 40 noches PDF Imprimir E-mail
Punto D Vista - Editorial
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La situación económica del país no puede permitirse más de un mes de interinidad

40 días es el tiempo que pasó la Tierra inundada mientras Noé buscaba un lugar donde encallar su barco, o el periodo de peregrinación de Moisés hasta recibir los diez mandamientos, y el periodo de la cuaresma, los cuarenta días de penitencia y travesía en el desierto de Jesús antes de su entrada en Jerusalén, y en otro orden de cosas, el tiempo que tardaba Philias Fog en recorrer medio mundo, eso sí, siempre pisando territorio inglés, y cuarenta días es el tiempo que pretende el Gobierno de España que dure el proceso de transferencia de poder entre el Gobierno saliente y el que decidan hoy los españoles.

Curiosamente, en numerología el 40 se asocia a la penitencia, un periodo de espera y de limpieza para afrontar con fuerzas renovadas la nueva etapa que se va a abrir, una etapa que, en los ejemplos anteriores, puede conllevar pruebas muy difíciles y sacrificios, o bien, la salida del arcoiris después de la terrible tempestad. San Agustín, por ejemplo, lo definía como “la peregrinación por el camino de la verdad para alcanzar el cielo”.

Pero todos estos ejemplos pertenecen a un pasado muy, muy lejano. Hoy en día, cuando la inmediatez prima sobre todas las cosas, incluido, y no deja de ser peligroso, sobre la reflexión, cuarenta días de penitencia es un tiempo mucho más que excesivo, y mas teniendo en cuenta la situación económica en la que nos encontramos.

El pasado jueves la prima de riesgo superaba la llamada línea roja, el punto de no retorno, situado en los 500 puntos y el 7% de interés por encima del cual la deuda del país deja de ser viable para los inversores, pues la probabilidad de quiebra se dispara, ante lo cual se hace indispensable un rescate, o bien la suspensión de pagos.

De hecho, todos los analistas internacionales coinciden en que la situación no se disparó el pasado viernes ante la cercanía de las elecciones que hoy elegirán la composición del nuevo parlamento, pero esos mismos mercados pueden ver muy mal que el traspaso de poder dure cuarenta días con sus cuarenta noches.

La situación actual no se puede permitir una interinidad tan prolongada, y no habrá mas remedio, aunque el actual gobierno se oponga, de reducir al máximo los plazos. Ni Europa ni el mercado va a permitir que el cambio de gobierno dure más de una semana, y aun así, habrá que hacer gestos desde mañana mismo.

Ayer se apuntaba a la creación, mañana o el martes, de una suerte de gobierno de concentración, es decir, que todas las medidas tomadas por los ministros sean consensuadas y supervisadas por los que serán sus sucesores en el cargo, unas medidas que, por supuesto, no van a ser cualquier cosa. La situación es desesperada, y, según lo que salga esta noche de las urnas, puede serlo aún más. Mañana serán los mercados los que saluden al nuevo gobierno, pero no sabemos en qué dirección lo harán, aunque las palabras de José Blanco después del Consejo de Ministros del pasado viernes afirmando que se apurarán los plazos no han hecho más que aumentar la incertidumbre.

Con la Constitución en la mano, el miércoles, día en que los resultados electorales serán definitivos, podría convocarse, incluso para el día siguiente, el Pleno de Composición del nuevo  Congreso, y, tras una ronda express de contactos entre el Rey y los candidatos, el viernes podría estar elegido el nuevo Presidente, un Presidente que ese mismo viernes por la noche debería nombrar a unos ministros que tomarían posesión el sábado por la mañana, y tal vez celebrarían esa misma tarde un Consejo Extraordinario que transmitiese calma a los mercados y a Europa de cara a la apertura de las Bolsas del lunes siguiente, y en el que se tomasen medidas de enorme calado.

Aún así, ese periodo de una semana sería un tiempo bastante más largo de lo que Europa querría, y de lo que han durado las transiciones en Italia y Grecia, pero podría ser asumido por el sistema, a costa de seguir manteniendo en la incertidumbre absoluta al euro y todo lo que representa.

Sin embargo, y si el Gobierno saliente sigue mañana empeñado en mantener los cuarenta días de transición, tendrán que ser otros los que tomen las medidas pertinentes. Tal vez el Rey debería tomar la iniciativa en el caso de que el Gobierno se niegue a agilizar los trámites, una decisión la real que, por cierto, no le vendría nada mal para mejorar esa imagen que, según el CIS transmite a los españoles, que por primera vez en la democracia lo suspenden, valorándole aun peor que a los periodistas, y una imagen que, de seguro, habrá empeorado aun mas después del estallido del caso Noos.

En cualquier caso, España, sea con el Presidente que sea, tiene que comenzar, desde mañana mismo a demostrar a Europa que hay una clara intención de acometer las medidas necesarias. La situación no puede, bajo ningún concepto, durar 40 días más.

 

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