El programa lidera ampliamente en share social, si bien Chicote le hace sombra

A última hora Gran Hermano decidió sacarse de la manga un Plan C para evitar la salida de Saray (uno de los dos únicos concursantes que da tramas), y comprobando que Argi no estará en las galas: encuentros cara a cara entre los repescados y los concursantes, una forma como otra cualquiera de rellenar minutos de una gala que podría haber dado mucho más de sí (lo cuento en el siguiente post).

Así, el programa decidió que el expulsado fuera Iván, en lugar de Saray, que mantuvo el pulso con su ex durante toda la semana. Al final, el de Pinto se fue con un 45,2% de los votos, mientras que su ex chica, una de las grandes protagonistas de la noche, se quedaba con un 42, 7% de los votos.

El programa decidía salvar en primer lugar a Yessi y Nacho, y dejar a la pareja con Desi (la otra protagonista absoluta de la primera hora y media de la gala), de la que intentaron vendernos una sorprendente carpeta con Álvaro (sorprendente, pero, junto con la de Susana y Argi, la veo la relación más sincera de la casa). Tras mantener, poco, la tensión (el concursante sufría incontinencia, y no precisamente verbal), Iván abandonaba la casa, y se enfrentaba a un largo paseo por Madrid de más de dos horas, para entrar en plató a eso de la una y cuarto.

Tan solo veinte minutos después de entrar, Mercedes Milá daba por concluida la entrevista después de plantearle lo que toda la audiencia opina de él (y de la mayoría de los que habitan esa casa): “Entre tu y un mueble de Ikea no hay mucha diferencia”. La frase de la presentadora desataba una guerra total entre Mercedes y el hermano de Iván, la hermana de Saray y la novia de Iván, Fany, que no dio, en absoluto, el juego esperado.

La relación con Saray, y sus gustos sexuales, generaban otra polémica entre el recién expulsado y la hermana de Saray, que, minutos antes, lo había defendido diciendo que era un señor. Ante semejante nivel de entrevistado la presentadora cortaba con un “esto no hay quien lo aguante”, y conectaba con la casa para la despedida.

Esta entrevista soporífera fue consecuencia de la decisión de Argi de no acudir a las galas. La concursante dio una cucharada de su propia medicina al concurso y estuvo jugando al despiste hasta las ocho de la tarde con la posibilidad de visitar o no la gala. Justo a las ocho, Argi, a través de su prima, colgaba en Twitter una foto que no dejaba lugar a dudas: la concursante se encontraba recogiendo patatas en casa de su abuela, y a muchos kilómetros de Madrid. Con tan poco tiempo de reacción, el programa tuvo que sacarse de la manga una gala totalmente improvisada en la que la mayoría de minutos estuvieron dedicados a la repesca.

Y la decisión, todo apunta, no fue la acertada: el programa no consiguió el nivel de comentarios por minuto que solía conseguir en anteriores galas, si bien nunca bajó del 60% de share social. Eso sí, la competencia es muy dura, y Chicote, que comenzó con un 8% de share social, fue subiendo hasta superar el 30%. Veremos que dicen los audímetros, porque el susargismo hizo campaña para evitar dar audiencia al programa.